(Cuentos a la Luna en punto)

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"Yo no tendría ningún interés en escribir si supiera de antemano lo que va a pasar en mis cuentos." Juan Carlos Onetti. "¡Qué alegría ser así dos historias en un cuento!" Jorge Guillén.

sábado, 17 de julio de 2010

Esperando el tren

El cuento jamás contado es la historia de una mentira o de un sueño. Un dibujo con pinceladas de noche y de recuerdo, con maletas que esperan en una estación de trenes, con lluvia de invierno.

Al día le había amanecido un cielo sin nubes, sereno. El reloj de la estación marcaba las dos menos diez, a las dos en punto salía el tren y, por primera vez, había llegado con tiempo. Adquirido el billete con antelación, y ya en la estación, no tenía ningún temor a perder el tren de nuevo.

Le extrañó que nadie más que ella esperara en el andén pero, feliz como estaba, ni se paró a pensar que aquello, que ella creía que era el comienzo del viaje, pudiera llegar a ser el fin de un reencuentro.

Pasados los minutos, como una premonición, se cubrió de gris el cielo. Su reloj ya marcaba las dos y diez y, aún así, seguía dichosa; los trenes suelen llegar con retraso. Con las primeras gotas que anunciaron lluvia sacó de su equipaje un paraguas, se sentó en la maleta y siguió sonriendo tan ensimismada en sus pensamientos que ni se dió cuenta de que el agua, aunque era menuda, comenzaba a calarle los huesos. Mientras, en la estación, ningún movimiento de trenes, ni de operarios, ni de viajeros.


Con el equipaje y la ropa empapada, tras media hora larga de espera en la que había tenido suficiente tiempo de dar un repaso a todas sus ilusiones y anhelos, sin saber cómo distraer su iniciada impaciencia, decidió entrar a recepción de viajeros para preguntar al taquillero pero la sala de espera estaba más vacía que la sala de juntas de un castillo en ruinas. Regresó a recoger su equipaje y, deseando ponerse en contacto con quien la esperaba al final del trayecto, marcó un número de teléfono. Una operadora muy amable le comunicó que el número marcado no existía. Marcó de nuevo y la misma voz grabada insistió en que el número era equivocado. A lo lejos, vio como se acercaban, caminando por las vías del tren, dos personas con las que podría hablar. Eran vecinos del pueblo cercano que, bajo la lluvia, daban un paseo. Esperó a que llegaran a su altura para preguntarles. Ellos le informaron que, tanto estación como vías, habían sido cerradas al tráfico ferroviario desde hacía años y que ni siquiera pasaba por allí un mercancías desde entonces. Les dio las gracias, sacó del bolso el billete que había guardado días antes y comprobó que tenía fecha caducada. Era muy probable que el argumento del cuento tratara del viaje, que pudo haber sido, en otro tiempo. Ahora, por aquella estación ya no pasaban trenes y, puesto que nadie la esperaba, sería inútil ir hasta otra. Aturdida, recogió sus maletas y se fue en busca de un taxi que la llevara a casa. Mientras aguardaba, continuó lloviendo.

El reloj del andén marcaba las dos menos diez, a las dos en punto se oyó el silbido de un tren que, circulando a gran velocidad, siguió el camino de hierro sin detenerse.

Irina (a la una en punto).
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1 comentario:

  1. woow, que acuarela tan bonita, y me encanto que fuera diptico... me encanto esta pagina. gracias.

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