(Cuentos a la Luna en punto)

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"Yo no tendría ningún interés en escribir si supiera de antemano lo que va a pasar en mis cuentos." Juan Carlos Onetti. "¡Qué alegría ser así dos historias en un cuento!" Jorge Guillén.

martes, 23 de junio de 2009

El escritor de cuentos (1)

PRIMERA PARTE

Le conoció en un sueño. De él sabía, al despertar, que escribía cuentos pero, como suele suceder al regreso de los sueños, le era imposible recordar su rostro y lo que, junto a él, había soñado. Sin embargo aquel instante se había posado en su memoria y permaneció, largo tiempo, revoloteando en el recuerdo.

Casi un año más tarde creyó reconocer su cara en la de un escritor que firmaba libros en el centro comercial de su barrio. La memoria se hizo cargo de avivar los recuerdos confirmándoselo.

De inmediato, sin prestar atención al argumento, adquirió el libro que promocionaba y decidió acercarse hasta él para que se lo dedicara. Nerviosa, no encontraba la forma ni el momento. Dudaba si debía hacerlo acompañada del afecto y la dicha que se siente ante la sorpresa del encuentro inesperado de un amigo o, por el contrario, con la simpatía, admiración y respeto que causan los escritores que nos leen, aun sin conocernos.

Mientras, él simulaba estar ocupado repartiendo abiertas sonrisas y largos abrazos a la gente que le era familiar, compartiendo pausadamente historias y proyectos con personas que a ella se le antojaban poco cercanas a su obra, regalando autógrafos a desconocidos, atendiendo al teléfono... Aparentaba no haberla visto nunca a pesar de que la mirada y los pasos, en más de una ocasión, le delataban.

Estaba acompañada por unas amigas que tenían prisa, se le terminaba el tiempo. Optó por aproximarse a él, atropelladamente y no sin miedo. Le pidió que, cuando pudiera, firmara su libro y, a poder ser, se acercara a saludar a las personas que la acompañaban. Él la saludó cortésmente y, sin demasiado entusiasmo, asintió con un gesto.

La espera fue larga, no estuvo libre de admiradores en bastante tiempo. A punto ya de irse, se acercó a saludarlas con simpatía, dejó su autógrafo en el libro y, con una sonrisa de cumplimiento, se disculpó ante ellas con la excusa de que los de la editorial esperaban y debía atenderlos.

Al llegar a casa marcó un número de teléfono y a la voz amable que le respondió le dijo con pena:

- Siento haberte molestado. Tenía que hacerlo, mis amigas hubieran preguntado por qué no iba a saludarte. Recuerda que ellas también estaban presentes en el sueño.

Al otro lado del auricular se escuchó el silencio.


Irina ( a la Luna en punto)


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